lunes, 24 de noviembre de 2014

Quintana Yulibeth, Crónica sobre un personaje


La clínica de reposo más concurrida de Santa Marta

Todos los días como de costumbre, faltando un cuarto para las 2:00 p.m. José Luis Laforet se dispone a tomar las riendas de su frecuentado establecimiento dando la bienvenida a sus huéspedes.

Por: Yulibeth Quintana Suarez



Es mediodía y pese al inclemente sol y la desolación, el polideportivo de la ciudad samaria espera la hora exacta para que cada uno de sus rincones sean invadidos no solo por los aficionados del deporte, sus visitantes y vendedores. Sino también por los residentes que a eso de las 2:00 de la tarde deciden internarse en su habitual ‘clínica de reposo’.

Un sitio especial abierto al público, en manos de José Luis Laforet Castillo, un vendedor de bebidas samario, que todos los días después de que el sol varía a su favor abre las puertas de su concurrido centro de reposo que suele ser invadido por cinco mesas, veinte sillas, veintiocho piezas de dominó, un juego de damas y más o menos veinte ‘pacientes’ muy cercanos, y en su mayoría al igual que él; de la tercera edad, casados y cansado de la cantaleta diaria de sus mujeres, uno de los motivos que los conduce a este lugar donde diariamente emprenden una tertulia tardía dando inicio a su rehabilitación. Es decir, su juego acostumbrado, entre chistes, burlas, uno que otro sorbo de cerveza y pequeños insultos que por la confianza pasan desapercibidos.

Y  como no, si el lugar resulta placenteros para quienes lo frecuentan y deciden emprender su rutina debajo de eso dos frondoso y asimétricos árboles que entrelazan sus ramas para opacar los rayos del cálido sol y enmarcar la vista de la frecuentada clínica, donde las mesas y las sillas ya comienzan hacer ocupadas, las fichas de dominó se preparan para ser revueltas en su primera ronda y las piezas de dama ya están siendo alineadas sobre las tres primeras filas del tablero.

La hora llegó, inicia el juego y la sala de esperas de la clínica es circundada por la bulla, el desparpajo y la demencia de sus internos quienes en medio de su ocio, han olvidado hasta sus nombres y solo se identifican por apodos.

En la mesa #1 cuatro de ellos, se enfrentan en cruz ‘el papi’,  un hombre de contextura delgada, que usa camisa polo de rayas verdes con blanco y lente sobre sus ojos, da entrada al juego con el doble seis. Es inconcebible el grado de locura y tensión que aquí se respira, ver como este grupo de amigos contrariados piensan y ponen en marcha cada jugada, escuchar ese ‘taash’, cuando ‘Kike’ bruscamente golpea el seis y cuatro con la mesa y propiciar la inmediatez con la que ‘el negro’ tira con sagacidad, el cinco y cuatro, y ‘el dóctor’ amaneradamente dice “muchachos yo pasooo”.  Todos sonríen y de la mesa #3, el señor ‘Manuel’ grita “Ay marica”, pero la incertidumbre por ganar el valor de la apuesta ($2000),  y emprender la suma de las setenta pintas continua…

Camino a la mesa #3, aquí tres hombres maduros ya van finalizando su segunda  partida la cual aún no se ha cerrado. ‘Juan’  lanza estrepitosamente el dos y uno, que se contrapone al seis y cinco antes puesto por el gordito ‘pacho’, quien ya ha sumado veinticinco pintas a su favor, solo posee una ficha en sus manos la famosa ‘pela’ y disfruta de un frappe de guanábana, mientras espera el lance de su contrincante ‘Manuel Flores’, a  quien le tambalean las piernas porque presiente su derrota, se decide a  lanzar el doble cinco y sella el fin del juego donde ‘pacho resulta ganador al completar las setenta pinta.

Hay alboroto en la mesa #1, ‘El papi’ se muestra inconforme al analizar que su compañero ‘el negro’ hizo una mala jugada; de la cual él mismo, ha sido consiente. Metió una ficha que por el cálculo del juego era mejor mantenerla en espera lo que condujo a sus oponentes a  ganar.

Hasta este punto de reposo y entretenimiento, la victoria y la derrota resulta ser un motivo de diversión para estos insatisfechos hombres, quienes con mucho ánimo le piden al señor Laforet que les lleve a la mesa unas cervezas frías y unas bolsas de agua para aplacar la calor, la sed y la resequedad producida por la algarabía.

En la mesa #5 se divisa a Laforet, el dueño de este establecimiento, desesperado por ganarle al menos una partida de dama, a su rival y tocayo José miguel Castillo, quien por su vestimenta, su léxico y perspicacia muestra ser un amante de la política y por su manera de jugar un competidor difícil de vencer.

Se hace tarde, ya ha oscurecido y solo faltan quince minutos para para el juego. A pesar de la oscuridad la clínica aún no cierra sus puertas a sus allegados la incertidumbre generada por el vicio de este desafío sigue en marcha no hay vuelta atrás la jornada de atención esta punto de culminar como todos los días  a las 8:00 p.m. hora en la cual cada ‘paciente’ se despide y toman rumbo a sus hogares embriagados de placidez. Mientras Laforet cierra su frecuentada clínica de reposo la cual para quienes la desconocen solo resulta ser un pequeño kiosco cervecero. 

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