jueves, 20 de noviembre de 2014

Martínez Adalberto, Crónica sobre una calle

La calle del tren por donde pasó Macondo

Calle 1B- San Jorge, Santa Marta

Es la calle principal del barrio, en donde se encuentra el puesto de salud. Un pasillo lleno de historias, chismes, amor y desamor.

Por: Adalberto Martínez

Jorge Camilo López, mejor conocido como el ‘cacha’, empieza a organizar la tienda desde las 5 a.m., suple los alimentos que hacen falta en la vitrina del refrigerador y los estantes de la pared, barre con mucho esfuerzo para sacar el polvillo que deja la vía del tren, se toma un café y se come una arepa dulce en la puerta de su casa. Doña Sonia se levanta a la misma hora, viviendo a solo dos casas de la tienda del cacha, le lleva su arepa mañanera y compra la leche para el desayuno. Su hija mayor se encarga de hacer el café mientras su madre frita las arepas.

Antes de las 6 a.m., doña Sonia ya ha vendido más de tres docenas de arepas entre dulces, saladas y de huevo. Carmen Aragón es la enfermera jefe del puesto de salud que esta diagonal a la tienda del cacha, siempre llega 20 minutos antes y se come una arepa de sal y un jugo hit. Su turno empieza a eso de las 6:15, siempre se demora unos minutos de más poniéndose al día con Al Día. 

El sol ha salido, las puertas de las casas empiezan a abrirse, suele escucharse los buenos días de la Señora Patricia Carmona, alias ‘Google’. Se dice y se rumora que se conoce todos los chismes de la gente del barrio y si no se los sabe; se los inventa. Su saludo matinal queda en el aire en espera de una respuesta, pero muere allí, nadie la saluda, su presencia no es muy grata que se diga, pero aun así doña Sonia le pregunta de manera sarcástica -¿Cómo amaneció?-, ella feliz y contenta le responde que se siente bendecida y afortunada por el señor (Dios). Como toda chismosa es presumida, esta no podía ser la excepción, habla en voz alta como si estuviera en una presentación dentro del teatro Heredia en Cartagena sobre lo bien que le va al marido en el trabajo y la buena remuneración que tiene en su puesto de supervisor de las vías del tren, los vecinos hacen caso omiso a sus pensamientos en voz alta.

Dicen los niños que en la casa que queda al lado de doña Sonia vive una bruja. La casa de la señora Claudia Maestre suele estar cerrada y con la terraza sucia, los vecinos que la conocen solo la saludan para caerle bien, los adultos también tienen sus leves sospechas sobre el tema de la brujería, la ven limpiar su terraza a eso de las 7 p.m., y se preguntan por qué lo hace a esa hora. Google dice, digo la señora Patricia dice que lo hace para recibir sus visitas ‘nocturnas’ algo así como reuniones a horas muy elevadas de la noche. Los niños que saben quién es  tienen pensamientos puros cuando ella tiene puestos sus rulos de aluminio, ellos creen firmemente que si piensas algo malo ella se va a dar cuenta, sus rulos que funcionan como antenas pueden captar los pensamientos de los demás.
Entre la casa del cacha y doña Sonia vive Carolina Zuleta -no tiene nada que ver con Iván Zuleta, aunque ella afirma que si-, con su marido Andrés Martínez el paspi de la cuadra, todas quieren con él y él quiere con todas, eso dice Google, aunque no hay que tener ojo clínico para darse cuenta de que el señor Martínez es un casanova, encanta a cuanta pelaita se encuentre cruzando por la esquina, usa esos piropos del siglo pasado como “no te dolió la caída, las chicas suelen responder por mera melosidad, ¿cuál caída? La del cielo porque eres un ángel”. Las transeúntes se ríen no por lo bonito que es el piropo, sino para caerle en gracia al bogotano alto de ojos color miel, como todo casanova, vive mantenido por su mujer, la cual es abogada y trabaja en la Gobernación del Magdalena.

Algunas noches durante el mes a eso de las 11:00 p.m., se escucha a Carolina gritándole a Andrés, “lárgate de aquí mantenido, no sirves para nada, yo me desgasto por nuestra familia y tú me pagas así, usando mi casa de motel cuando los niños estudian y yo estoy en el trabajo, me das vergüenza”, 15 segundos luego de oír eso, sale una maleta abierta con algo de ropa por la ventana de la habitación que da a la terraza, “recoge tus corotos y lárgate de aquí” Andrés suele darse vacaciones dos veces al mes durante tres días, para luego volver a su casa con su esposa y su “única mujer en el mundo”.

La calle 1B del barrio San Jorge o San George (yorxs) como le dicen los coles, es posiblemente una de las más transitadas, suele estar limpia, los niños de la cuadra juegan fútbol enfrente de la tienda del cacha, es una calle amplia y con árboles que proporcionan buena sombra. La vida en ese barrio no es muy tranquila, suelen suceder atracos y allanamientos a varias de las denominadas ‘ollas’. El flujo de sustancias alucinógenas se mueve gracias a la comunidad adolescente de 15 a 18 años, conforman grupos que se dedican a robar y a vender droga en la ciudad, lastimosamente es así.

El tiempo no pasa en esta cuadra, los relojes parecen haberse detenido en una un día, una hora y un segundo especifico, donde una granada de manera intencional estremeció todo el barrio haciéndolo saltar del susto, todos salieron a buscar ayuda para la familia afectada, un acto de desespero al no poder conseguir lo que quería robar de una casa, el  ladrón lanzó una granada a la terraza de los Contreras , el pensamiento egoísta de si no es mío no es para nadie, marco de manera permanente a este barrio, quienes tratan día a día de superar todas esas malas experiencias y mantener la tranquilidad para criar de manera segura a sus pequeños.
Gente cálida, amigable y servicial rodean esa cuadra, todos ellos viven sus vidas de manera diferente y algunas veces tienen sus enfrentamientos, pero en el fondo, muy en el fondo, todos se aman en secreto y se sentirían incompletos si alguno se muda, si no me creen pregúntenle a Google.

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