jueves, 20 de noviembre de 2014

Jiménez Yiseth, Crónica sobre un personaje



Un oscuro regalo
Por: Yiseth Jiménez

Camila Orozco Caballero, nacida en Medellín de piel negra, de cabello corto y apretado, luce ropa que deja ver su cuerpo como una exhibición  de belleza.

 Su acento es cautivador, su apariencia es como la de un perfume costoso que al acabarse queda solo un frasco. Es esa mirada triste que opaca la hermosura de su cuerpo, esta condición resume lo que ha sido su vida: una oscuridad.

Son las 4:00 pm del 18 de septiembre del 2014. El lugar está limpio, los espejos relucientes, las luces encendidas, las sillas puestas, todo está listo, esperando que se llene de clientes el lugar y las chicas salgan a bailar. Es cuando Camila llega y rompe el silencio.

Una mujer de 19 años que hoy puede ser como cualquier joven llena de sueños, en una universidad, rodeada de amigos, de diversión, cercada de cariño de una  familia, a puertas de un futuro comprometedor, hoy se dedica a una profesión donde el dinero compra el cuerpo pero no el corazón.

Ella como ladrón en la noche huyó de casa. Sin dejar rastros, su habitación quedó vacía, su cama tendida, el closet sin ropa, el tocador sin maquillajes regados y el piso recién encerado, solo quedó el recuerdo de lo que nunca existió, un hija en casa. Con lágrimas que corren en su mejilla expresa, “mi mama no gustaba de negros”.

La vida para Camila no fue fácil, creció sin conocer el rostro de su padre y siempre con el desprecio de su madre. Desde su niñez hasta la adolescencia mientras esperaba una muñeca, su padrastro se encargaba en cada cumpleaños de quitarle la inocencia. El súper héroe que admiraba de niña se convirtió en el cobarde que le hacía daño mientras su madre no estaba. Como mujer cegada por el amor,  “mamá nunca me creyó”  dijo Camila.

“Le dije él o yo y desde hace un año y medio vivo sola”, expresó Camila. Ha salido con muchos hombres pero  ninguno ha sido su novio, el regalo que le dejó su padrastro fue el desprecio hacia los hombres, el aborrecimiento al amor, un gran rencor que crecía así mismo se desarrollaba su cuerpo.

“Luego una amiguita me dijo que para conseguir plata que era mejor.. tu sabes.”  Afirmó Camila Orozco. Esta es  una profesión de muchas influencias, donde se hacen amistades con intereses, como hay otras dañinas y venenosas. “Yo no trabajo en Medellín por mi familia y por  la gente que me conoce, entonces manejo cierto  perfil” dice Camila.

 “Cuando empecé a ver mucho dinero en mi bolsillo en pocas horas se me dañó el corazón”, expresa Camila. Lo que empezó por una necesidad ahora se ha convertido en un gusto, el amor al dinero acompaña la oscuridad en la que vive y no por su piel negra precisamente. “Soy una mujer normal y no lo hago  por necesidad”, afirma.

Así como crece el dinero en su bolsillo, las ‘amiguitas’ y  los viajes por Colombia  también. Estas  se dedican a buscarles los contactos, de repartirlas como si fueran encargos, ya después establecidas, las cuidan, les pagan el apartamento, y la comida. Mientras se alista para salir, afirma “lo que más me he ganado en una noche ha sido 1.000.000 de pesos”.

Hace un año y medio Camila vivía como una joven cualquiera, estudiaba derecho en la Universidad Santo Tomas,  con una familia pero al mismo tiempo disfrazando el infierno que vivía cuando llegaba a su casa.

El Show empezó. Camila Orozco Caballero trabaja como dama de compañía en distintas ciudades de Colombia. La  joven de 19 años que creció en Medellín de cuerpo extravagante, de mirada triste y parpados caídos  vive envuelta en su propia oscuridad.

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