Un oscuro regalo
Por:
Yiseth Jiménez
Camila Orozco
Caballero, nacida en Medellín de piel negra, de cabello corto y apretado, luce
ropa que deja ver su cuerpo como una exhibición
de belleza.
Su acento es cautivador, su apariencia es como
la de un perfume costoso que al acabarse queda solo un frasco. Es esa mirada
triste que opaca la hermosura de su cuerpo, esta condición resume lo que ha
sido su vida: una oscuridad.
La
vida para Camila no fue fácil, creció sin conocer el rostro de su padre y
siempre con el desprecio de su madre. Desde su niñez hasta la adolescencia mientras
esperaba una muñeca, su padrastro se encargaba en cada cumpleaños de quitarle
la inocencia. El súper héroe que admiraba de niña se convirtió en el cobarde
que le hacía daño mientras su madre no estaba. Como mujer cegada por el
amor, “mamá nunca me creyó” dijo Camila.
Son
las 4:00 pm del 18 de septiembre del 2014. El lugar está limpio, los espejos
relucientes, las luces encendidas, las sillas puestas, todo está listo,
esperando que se llene de clientes el lugar y las chicas salgan a bailar. Es
cuando Camila llega y rompe el silencio.
Una
mujer de 19 años que hoy puede ser como cualquier joven llena de sueños, en una
universidad, rodeada de amigos, de diversión, cercada de cariño de una familia, a puertas de un futuro comprometedor,
hoy se dedica a una profesión donde el dinero compra el cuerpo pero no el
corazón.
Ella
como ladrón en la noche huyó de casa. Sin dejar rastros, su habitación quedó
vacía, su cama tendida, el closet sin ropa, el tocador sin maquillajes regados
y el piso recién encerado, solo quedó el recuerdo de lo que nunca existió, un
hija en casa. Con lágrimas que corren en su mejilla expresa, “mi mama no
gustaba de negros”.

“Le
dije él o yo y desde hace un año y medio vivo sola”, expresó Camila. Ha salido
con muchos hombres pero ninguno ha sido
su novio, el regalo que le dejó su padrastro fue el desprecio hacia los
hombres, el aborrecimiento al amor, un gran rencor que crecía así mismo se
desarrollaba su cuerpo.
“Luego
una amiguita me dijo que para conseguir plata que era mejor.. tu sabes.” Afirmó Camila Orozco. Esta es una profesión de muchas influencias, donde se
hacen amistades con intereses, como hay otras dañinas y venenosas. “Yo no
trabajo en Medellín por mi familia y por la gente que me conoce, entonces manejo
cierto perfil” dice Camila.
“Cuando empecé a ver mucho dinero en mi
bolsillo en pocas horas se me dañó el corazón”, expresa Camila. Lo que empezó
por una necesidad ahora se ha convertido en un gusto, el amor al dinero
acompaña la oscuridad en la que vive y no por su piel negra precisamente. “Soy
una mujer normal y no lo hago por necesidad”,
afirma.
Así
como crece el dinero en su bolsillo, las ‘amiguitas’ y los viajes por Colombia también. Estas se dedican a buscarles los contactos, de
repartirlas como si fueran encargos, ya después establecidas, las cuidan, les
pagan el apartamento, y la comida. Mientras se alista para salir, afirma “lo
que más me he ganado en una noche ha sido 1.000.000 de pesos”.
Hace
un año y medio Camila vivía como una joven cualquiera, estudiaba derecho en la
Universidad Santo Tomas, con una familia
pero al mismo tiempo disfrazando el infierno que vivía cuando llegaba a su
casa.
El
Show empezó. Camila Orozco Caballero trabaja como dama de compañía en distintas
ciudades de Colombia. La joven de 19
años que creció en Medellín de cuerpo extravagante, de mirada triste y parpados
caídos vive envuelta en su propia
oscuridad.
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