La
Milagrosa que tarda en hacer milagros
La sala de emergencias de la
clínica La Milagrosa según el ambiente que se percibe en sus pacientes se
iguala al de una plaza de mercado.
Por: Francys Gutiérrez
Como una olla a presión a
punto de estallar, se encuentra la sala de emergencia de la clínica la
Milagrosa, ubicada en la congestionada avenida Santa Rita de Santa Marta, donde
las personas manifiestan su inconformidad a gritos ante la larga espera que
llevan para ser atendidos.
Son las 2:00 de la tarde y a
esta hora se juntan el calor, la sed
posiblemente el hambre y la desesperación de los pacientes se juntan
para hacer huelga en la clínica La Milagrosa. Desde las 8:00 de la mañana
algunas personas se encuentran inmóviles en sus sillas esperando un turno que
pese a la hora aún no llega, razón por la cual se hacen presentes los
comentarios vulgares del samario cuando está alebrestado.
Parece mentiras pero está
sucediendo, “este lugar en vez de clínica se ha convertido en un hecatombe”, así
lo describe Elvira Jiménez, una mujer de escasos 30 años, estatura promedio con
una cicatriz lineal en su pómulo derecho causada hace dos semanas en un
accidente automovilístico. Según esta mujer, “la única manera de que sean
atendidos con rapidez es que el paciente se encuentre en un estado de
inconciencia o a punto de morirse, si el paciente no presenta esa precarias
condiciones se ve obligado a esperar para ser atendidos dignamente”.
En medio del montón de
enfermos nunca falta el acompañante que manifieste su inconformidad ante la
situación vivida, hecho que causa el rebote de muchos individuos que reclaman
sus derechos, para lograr que se les brinde el servicio como debe ser, motivo
que no es suficiente pues la situación continua igual o quizás cada día empeora.
Por múltiples razones los pacientes se encuentran inconformes, bien
sea por su condición de salud, pero debido al mal servicio prestado muchos
prefieren quedarse en casa a tener que esperar a que les toque el turno en la clínica.
En la sala de emergencias,
de la clínica La Milagrosa no solo se han presentado eventos que sacan la ira
humana, también se observan todo tipo de emergencias como la de un hombre de
aproximadamente 70 años, de tez morena y cabello canoso, que esperaba su turno,
pero momento previos sufrió un infarto, razón que lo llevó a ser atendido de
manera inmediata. El tumulto de personas
que invaden la sala de emergencia se paraliza ante la situación abrumadora que
se vive y de inmediato lo llevan los enfermeros en una silla de ruedas para
proceder a una reanimación del sistema pulmonar.
“El señor tenía mucho tiempo
de estar esperando y no es justo que dejen que el paciente llegue hasta esas
condiciones para que lo puedan atender”, afirma Juan Domínguez, paciente que
espera para ser atendido en la repleta sala de emergencias.
En la sala de emergencia se
percibe un sin sabor por los acontecimientos de reclamo y desagrado ante el
servicio prestado por la entidad. “No estoy conforme con el servicio de la
clínica, pues no me parece justo que uno deba esperar tato para poder ser
atendido, tienen muy mal servicio”, expresa Juan Domínguez.
En las noches este clima de
tensión cambia a uno silencioso y tranquilo, pero en el fondo de este silencio se escuchan
ruidos de las camillas, llantos de las personas enfermas y acompañantes que no
saben si el estado de sus parientes mejorará o no, pero todos guardan la
esperanza de que sus familiares muestren mejoría.
Como en toda clínica nunca
faltan las emergencias que lleguen en cualquier momento de la noche o el día,
pues hay que estar preparado para observar cualquier caso que impacte a los
presentes y los conmueva por la gravedad del asunto.
Alrededor de las cinco de la tarde cuando el
inclemente sol está a punto de ocultarse la sala de la clínica La Milagrosa se
observa un ambiente cálido y tranquilo, sin embargo este momento es embargado por
el sonido agudo de la sirena de la ambulancia y el llanto desconsolador de una
jovencita aclamando que su papá sea atendido de manera inmediata. Hecho que
causa una vez más el impacto entre la muchedumbre, hecho que causa incógnita y
curiosidad en los espectadores por saber
la causa del delicado estado de salud del hombre, quien al parecer había sido
víctima de una picadura de avispa, “cómo un animal tan pequeño que no parece
inofensivo puede poner a una persona al borde de la muerte”, añade Danesa
Bermúdez, joven que se encuentra en la sala esperando a que a su compañera le
den salida de observación.
También se presentan
accidentados, unos por irresponsables y otros que son víctimas de esas personas
que no tienen el más mínimo cuidado al momento de conducir, como David Pereira
que acompaña a su hijo quien fue atropellado
por una motocicleta y se encuentra en recuperación.
Queda claro que esta sala de cuatro paredes de color blanco, sillas verdes y piso blanco nunca
se encuentra vacía, pues se mantiene con un sin número de personas que dialogan
mientras esperan la atención por la cual acuden a la entidad médica.
Finalmente, muchas de las
personas que se encuentran sentadas en la acogedora y cálida sala de
emergencias, con resignación en su mirada, convierten la espera en su mejor
aliada, hasta que las emergencias más espeluznantes saquen a flote la
informidad de los pacientes.
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