lunes, 24 de noviembre de 2014

Gutiérrez Francys, Crónica sobre un partido de futbol, concierto o tarde en un hospital

Una clínica donde relucen las calamidades

La Milagrosa que tarda en hacer milagros

La sala de emergencias de la clínica La Milagrosa según el ambiente que se percibe en sus pacientes se iguala al de una plaza de mercado.

Por: Francys Gutiérrez

Como una olla a presión a punto de estallar, se encuentra la sala de emergencia de la clínica la Milagrosa, ubicada en la congestionada avenida Santa Rita de Santa Marta, donde las personas manifiestan su inconformidad a gritos ante la larga espera que llevan para ser atendidos.  

Son las 2:00 de la tarde y a esta hora se juntan el calor, la sed  posiblemente el hambre y la desesperación de los pacientes se juntan para hacer huelga en la clínica La Milagrosa. Desde las 8:00 de la mañana algunas personas se encuentran inmóviles en sus sillas esperando un turno que pese a la hora aún no llega, razón por la cual se hacen presentes los comentarios vulgares del samario cuando está alebrestado.

Parece mentiras pero está sucediendo, “este lugar en vez de clínica se ha convertido en un hecatombe”, así lo describe Elvira Jiménez, una mujer de escasos 30 años, estatura promedio con una cicatriz lineal en su pómulo derecho causada hace dos semanas en un accidente automovilístico. Según esta mujer, “la única manera de que sean atendidos con rapidez es que el paciente se encuentre en un estado de inconciencia o a punto de morirse, si el paciente no presenta esa precarias condiciones se ve obligado a esperar para ser atendidos dignamente”.

En medio del montón de enfermos nunca falta el acompañante que manifieste su inconformidad ante la situación vivida, hecho que causa el rebote de muchos individuos que reclaman sus derechos, para lograr que se les brinde el servicio como debe ser, motivo que no es suficiente pues la situación continua igual o quizás cada día empeora.

Por  múltiples razones  los pacientes se encuentran inconformes, bien sea por su condición de salud, pero debido al mal servicio prestado muchos prefieren quedarse en casa a tener que esperar a que les toque el turno en la clínica.

En la sala de emergencias, de la clínica La Milagrosa no solo se han presentado eventos que sacan la ira humana, también se observan todo tipo de emergencias como la de un hombre de aproximadamente 70 años, de tez morena y cabello canoso, que esperaba su turno, pero momento previos sufrió un infarto, razón que lo llevó a ser atendido de manera inmediata.  El tumulto de personas que invaden la sala de emergencia se paraliza ante la situación abrumadora que se vive y de inmediato lo llevan los enfermeros en una silla de ruedas para proceder a una reanimación del sistema pulmonar.

“El señor tenía mucho tiempo de estar esperando y no es justo que dejen que el paciente llegue hasta esas condiciones para que lo puedan atender”, afirma Juan Domínguez, paciente que espera para ser atendido en la repleta sala de emergencias.

En la sala de emergencia se percibe un sin sabor por los acontecimientos de reclamo y desagrado ante el servicio prestado por la entidad. “No estoy conforme con el servicio de la clínica, pues no me parece justo que uno deba esperar tato para poder ser atendido, tienen muy mal servicio”, expresa Juan Domínguez.

En las noches este clima de tensión cambia a uno silencioso y tranquilo, pero  en el fondo de este silencio se escuchan ruidos de las camillas, llantos de las personas enfermas y acompañantes que no saben si el estado de sus parientes mejorará o no, pero todos guardan la esperanza de que sus familiares muestren mejoría.

Como en toda clínica nunca faltan las emergencias que lleguen en cualquier momento de la noche o el día, pues hay que estar preparado para observar cualquier caso que impacte a los presentes y los conmueva por la gravedad del asunto.

 Alrededor de las cinco de la tarde cuando el inclemente sol está a punto de ocultarse la sala de la clínica La Milagrosa se observa un ambiente cálido y tranquilo, sin embargo este momento es embargado por el sonido agudo de la sirena de la ambulancia y el llanto desconsolador de una jovencita aclamando que su papá sea atendido de manera inmediata. Hecho que causa una vez más el impacto entre la muchedumbre, hecho que causa incógnita y curiosidad  en los espectadores por saber la causa del delicado estado de salud del hombre, quien al parecer había sido víctima de una picadura de avispa, “cómo un animal tan pequeño que no parece inofensivo puede poner a una persona al borde de la muerte”, añade Danesa Bermúdez, joven que se encuentra en la sala esperando a que a su compañera le den salida de observación.

También se presentan accidentados, unos por irresponsables y otros que son víctimas de esas personas que no tienen el más mínimo cuidado al momento de conducir, como David Pereira que acompaña a su hijo quien  fue atropellado por una motocicleta y se encuentra en recuperación.  

Queda claro que esta sala  de cuatro paredes  de color blanco, sillas verdes y piso blanco nunca se encuentra vacía, pues se mantiene con un sin número de personas que dialogan mientras esperan la atención por la cual acuden a la entidad médica.

Finalmente, muchas de las personas que se encuentran sentadas en la acogedora y cálida sala de emergencias, con resignación en su mirada, convierten la espera en su mejor aliada, hasta que las emergencias más espeluznantes saquen a flote la informidad de los pacientes.

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