No todo lo que brilla es oro.
Las
vueltas que da la vida
Pocos saben la suerte que el destino depara.
Por: Paula Crosthwaite.
Celar
los colegios de Santa Marta siempre ha sido su trabajo, vigilar los lugares
donde los jóvenes promesas de la ciudad llegan cada día a estudiar, es su
prioridad Andrés Torres Rodríguez de 45 años, moreno de estatura promedio, se
levanta todas los días con el conocimiento que gracias a su trabajo, el colegio
que actualmente cuida en el barrio el Pradito siempre estará en las condiciones
que se merece.
Andrés
siempre ha sido considerado como una persona humilde, que siempre ha velado por
los interese de su familia, su bienestar y ante todo la tranquilidades de su
trabajo, el cual siempre le ha dado la oportunidad de conocer personas que se
han convertido en parte fundamental de su vida, todas las mañana despierta, se
baña, se cambia y se dispone a llegar a la mesa a tomar el desayuno.
Un
hombre que lleva 20 años de celador como
su profesión, en los cuales siempre ha
encontrado altos y bajos, buenos y malos momentos, que le han llevado a pensar
que ese trabajo no es el indicado para su
bienestar, su familia siempre le ha reprochado el por qué escogió un
trabajo tan peligroso y arriesgado, lleno de responsabilidades, pero para
Andrés no importan los riegos es un trabajo que él decidió ejercer en toda su
vida.
Un cambio drástico
El
primero de agosto del 2012 a Andrés Torres le cambio la vida de todas las
maneras posibles, Dios coloco en su camino a un vendedor de lotería del
Valle al cual siempre todas las mañanas
le compraba un billete de lotería con la esperanza de poder darle a su familia
un mejor bienestar por medio de la suerte; y fue así como Andrés conoció las
desgracias de la lotería y el azar, ganarse la lotería con el número que él
jamás pensaría que ganaría el 1872 de la serie 007, fue el billete de la
felicidad no alcanzada.
Luego
de salir del lugar donde Andrés recibió el dinero de su lotería, llega a su
casa le cuenta a su esposa e hijos que Dios lo había bendecido con el hecho de
ganarse la lotería para poder cambiar su manera “marginal” de vivir como así lo describía su esposa Lucia
Hernández que renegaba siempre de la manera como vivían sin lujos algunos y
siempre tener que estar prestando para poder vestir acorde a la sociedad.
Pero
aquí fue donde Andrés entendió que unos millones no siempre son la felicidad,
al recibir esos millones y guardarlos en su casa debajo del colchón que para él
era el lugar más seguro en todo el mundo, dejo entrar a el peor sentimiento del
ser humano, la avaricia.
Una
semana después de Andrés haber recibido el dinero su esposa decidió que tomar algo de ese
dinero sería darse una recompensa por tantos años pasando trabajo y soportando malos
momentos, tomo la mayor parte del dinero que pudo y emprendió una huida con sus
dos hijos, pero su esposa no sabía un dato clave de la vida de su esposo,
Andrés había renunciado a su trabajo para poder descansar un poco y disfrutar
del dinero junto a su familia.
A la
noche cuando Andrés llego a su casa encuentra
que su esposa ni sus hijos estaban en casa y que la mayor parte del
dinero tampoco se encontraba donde los había dejado, y decide salir a buscar a
su esposa por todos lados pero no corre con suerte puesto que sus vecinos le
dijeron que ya hace horas habían salido y que era imposible que estuviesen
cerca; Andrés desesperado sin saber que hacer coge el poco dinero que tiene y
decide guardarlo en un banco para poder tenerlos como ahorros.
Su
matrimonio y su vida dieron las vueltas que ni el mismo destino querían para
él, de un momento a otro Andrés había perdido las cosas más importantes de su
vida su familia y el trabajo que con tantos años de lucha había conseguido
mantener, pero su confianza por el dinero que tenía en su casa y ese mismo
dinero le quito todo lo que tanto había cuidado.
Desde
ese momento de su vida, entendió que el dinero no siempre será la felicidad
para una familia que así como te puede unir también la puede separar en
cuestión de minutos.
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