jueves, 27 de noviembre de 2014

Avendaño Erick, Crónica de El Rodadero


Trenzas, celos e historia

Por: Erick Avendaño

Una mañana, en la hermosa playa de El Rodadero, caminando con unas chancletas rosadas que, de tanto ser usadas, la arena caliente al caminar levantaba. También llevaba un leggins azul, muy pegado a sus piernas el cual dejaba ver sus grandes caderas y, para combinar su atuendo, una blusa escotada con aspecto de piel de tigrillo. Llevaba en su cabeza un sombrero de paja para cubrirse del picante sol.

 


Allí estaba ella, Rosalina Pérez Domínguez, una mujer de color que al caminar su sudor brillaba en su piel morena, con 43 años de edad y sin ninguna pena de decir su edad, demuestra la alegría que caracteriza a los barranquilleros.

 

Muy querida por sus compañeros, por su alegría y por lo colaboradora que es, fue apodada como “La negra de las trenzas”. En su mano derecha llevaba un balde de juguete azul, dentro de ese pequeño objeto tenía una botella con un liquido transparente que no era agua, en su hombro un bolso colgaba, donde llevaba los materiales con que elabora una gran variedad de trenzas muy llamativas para los turistas y no turistas.

 

Conversando con ella, cuenta que con su trabajo ha logrado muchas cosas positivas para su vida, por ejemplo costearse ella misma los estudios que ha realizado, como lo es un curso técnico de artesanía y costura en donde aprendió a coser su propia ropa. Con sus propias palabras dijo: “Yo no compro nada de ropa, yo compro mis telitas y coso mi propia ropa”.

 

Cuando comenzó su trabajo haciendo masajes y trenzas hace siete años, se inició en su hogar una gran problemática porque solo vivía ella y su esposo, siendo este un hombre enfermamente celoso porque según ella no iba a trabajar sino a vagabundear,  ya que este trabajo se presta para malas interpretaciones y esto los llevó a la separación, pero ella no le importó nada porque para ella su trabajo es su pasión.

 

Cuenta que le tocó dejar sus estudios hasta séptimo de bachillerato, pero luego que comenzó a convivir con su esposo decidió superarse y retomar estos. Pero esta ilusión se vio reprimida debido a que su esposo no le permitió continuar con sus estudios ya que este al ser tan celoso le decía freses como “no vas a ir al colegio, porque lo que vas a hacer es ir a verte con otros hombres”, debido a esto decidió no insistir más con el tema, pero esto no fue impedimento para sacar adelante a sus cuatros hijos, siendo hoy en día profesionales y otros laborando en oficios varios.

 

Una de las cosas que más le molestan es que las personas no valoren su trabajo y luego de terminar este le digan que no poseen el dinero pactado antes de realizar el trabajo. “Esta es la única manera de que me vean enojada”, expresó Rosalina.


Y lo que más le causa gracia a ella es que los clientes le cuenten cosas de sus vidas,  para ver si haciéndose amiga de ellos le haga una rebaja en sus precios, pero ella no se deja convencer y mantiene su precio estándar que son 20 mil pesos por las trenzas y los masajes depende si es cuerpo completo 30 mil pesos y 20 mil pesos medio cuerpo.

 

Rosalina llegó a Santa Marta por su madre Josefina Domínguez, ella era una de las primeras mujeres que hacían trenzas en las playas de Santa Marta y de ahí aprendió a hacer trenzas, hasta que su mamá murió y le quedó como legado por ser de bajos recursos.

 

En su mirada se le notaba mucho cansancio pero puesto que desde las siete de la mañana ella comienza a caminar por todas las calles del Rodadero y sus playas buscando turistas para adornar sus cabellos con trenzas de colores o relajarlos con sus masajes bajo el sofocante sol y sobre la arena caliente de El Rodadero.

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