jueves, 20 de noviembre de 2014

Ortiz Olga,Crónica en El Rodadero


Un amor de película

Los manilleros

 
Por: Olga Ortiz Barón

El 12 de agosto llegaban a la caribeña ciudad de Santa Marta dos turistas con mochilas a los hombros, después de un viaje un poco extenso y bastante agotador de aproximadamente 9 horas de trayecto, desde Caracas, Venezuela, David y Marcela,  eran una pajera que a pesar de los años se podía percibir un amor aventurero entre ellos, como el de los adolecentes en una película romántica.

Había una particularidad en esta pareja, algo que los diferenciaba de cualquier otro turista u otro mochilero que llegara a conocer las maravillas que podría ofrecerles la capital del Magdalena. David y Marcela, eran una pareja de enamorados desenfrenados que disfrutaban su vida en cada momento viajando por muchas partes del mundo.

David es un hombre alto y esbelto de 48 años de edad, oriundo de San Gil, Bucaramanga, con perfil de alemán, de tez blanca, ojos claros de color azul marino, con el cabello entre canas que le cae hasta la nuca casi llegándole a la altura de sus hombros. Lleva unos blue-jeans rasgados por encima de las rodillas y como camisa su piel cubierta de tatuajes, con una pañoleta a media frente representativa del movimiento Rastafari.

Por otro lado, Marcela es una mujer pequeña y bastante curiosa, de 42 años, con una sonrisa impactante de oreja a oreja, amable, risueña y con mucho sentido del humor, nacida en la capital de Colombia, Bogotá; tiene los ojos color marrón y el pelo semi corto de un color entre mono y rojizo, llevando como vestimenta una bermuda de jean con una blusa blanca y  un chaleco en jean que le da un toque de su personalidad a su forma de vestir.

Marcela y David, se habían ubicado en una banca del camellón de la Playa del Rodadero, con un radio de hace ya varios años sintonizando desde temprano una emisora informativa. Ambos llevaban colgados en sus piernas hilos de macramé donde artísticamente y con la mejor vibra positivan realizaban manillas para venderlas a las personas interesadas en ellas.

Luego de llevar una vida en la capital del país, decidieron emprender un viaje bastante largo donde pudieran recorres lugares hermosos que posee nuestro planeta. Durante 5 años han llegado a varias partes del  continente suramericano como Brasil, Perú, Ecuador y Chile, descubriendo paraísos terrenales los que ni en una fotografía podrían mostrar todo su esplendor.

Al último lugar que habían visitado era la capital de Venezuela, pero también habían recorrido hasta allí un viaje desde Islas Margaritas, lo que fue para ellos un pequeño edén escondido bajo una gran cantidad de problemas políticos y sociales por los cuales los venezolanos luchan día a día.

Para ellos hacer manillas representaba una forma de supervivencia en el lugar que llegaban, era parte de esa experiencia de realizar viajes con bajos recursos monetarios, de practicar el senderismo por varios lugares del mundo, puesto que al expresar sus capacidades manuales a través de la confección de este accesorio obtenían a cambio un poco de estabilidad en ese zona donde llegaban por un tiempo determinado.

A Santa Marta ya la conocían, pero aún así llegaron para recorrerla una vez más, anhelando visitar el grandioso Parque Tayrona, y bastante apreciado por todo aquel que lo visita en cualquier parte del año, ansiaban volver a ese lugar mágico como si fuera la primera vez que van a descubrir las maravillas que hay detrás de su nombre.

Como pareja los mantenía unidos un inmenso amor de muchísimos años, pero también una filosofía de vida y la pasión por ir detrás de aventuras y lanzarse a conocer el mundo como saltando de un paracaídas. Su próxima parada: Irlanda.

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